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Reino de Marruecos 2012
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31 de marzo, sábado
Salimos ayer de Sopelana y pernoctamos en Granada.
Ahora vamos a cruzar el estrecho en el transbordador que une Algeciras con Tánger Med. La radio informa que ayer se cancelaron algunos viajes por el
temporal de Levante, pero hoy saldrán con normalidad.
Damos por perdido el barco de las cuatro. Regresamos a la gasolinera de la autopista y, sin prisas ni aglomeraciones, el señor de Delta Tour nos despacha las tarjetas de embarque para el transbordador de las cinco y nos rellena la hoja con los datos del vehículo. Además, como nuestro coche es de alquiler, nos informa que necesitamos un permiso de la agencia propietaria del coche. Afortunadamente, lo sabíamos y lo tenemos. Regresamos al puerto y nos colocamos con el coche en la cola de Transmediterránea-Acciona. En realidad, no es una cola sino más bien una formación con figura de embudo. Algunos conductores andan al quite para que no se les cuele ni uno, so riesgo de golpear la trasera del vehículo que les precede. Un empleado nos coloca un papel en los limpia, ¿pero no se da cuenta que está lloviendo? Cuando llega nuestro turno en la aduana española, el policía se entretiene pasando una a una las hojas del pasaporte de mi mujer e interesándose por los países que hemos visitado o preguntando a qué país corresponde tal o cuál sello. La bodega del barco va llena: varios camiones y el resto, coches de españoles y marroquíes, a partes iguales. En cuanto dejamos el coche subimos al segundo piso del buque y nos colocamos en otra cola: la que nos sella el pasaporte con un número de entrada. Dicen que es bueno apuntarlo por si se pierde el pasaporte, si eres capaz de entender el número, claro; en mi caso, el sello no iba bien cargado de tinta y resulta indescifrable. ![]() Demostración de paciencia protagonizado por los sufridos turistas en Tánger-Med Cuando por fin nos toca, un aduanero bigotudo nos advierte que, como es la primera vez que nuestro coche entra en Marruecos, la policía debe registrar nuestra matrícula junto con el número impreso en nuestro pasaporte. ¿Y dónde está la Policía? ¡Pásmate!: el edificio de la Policía se halla a casi un kilómetro de la aduana, fuera del puerto, y no podemos ir con el coche, claro. Total, que salimos de Tánger Med de noche, eso sí, sin sufrir ningún percance porque no todos pueden decir lo mismo: en el trasiego de coches en la aduana dos vehículos se han chocado y un todoterreno ha estado a punto de atropellar a una señora. No te digo más. En la carretera hasta Tánger encontramos poco tráfico y tres controles policiales, todos a la entrada de las glorietas. Los policías no muestran interés por los vehículos con matrículas extranjeras. Nosotros, para evitar problemas, estamos decididos a cumplir escrupulosamente los límites de velocidad. En el peaje de la autopista nos aceptan un billete de cinco euros porque no llevamos dirhams. Mañana cambiaremos unos euros en Tánger. Localizar el alojamiento en las medinas de Marruecos nunca es tarea fácil y llegando de noche, menos. El hotel Dar El Kasbah se encuentra en la rue de la Casbah (calle de la Alcazaba), pero esta calle, así escrita, no figura en nuestro GPS. Al parecer, no hay normas para transcribir la fonética árabe a nuestra lengua y la palabra kasbah también la veremos escrita como casba, qasba, kasba y kasbah. Un lío. El sentido de circulación de las calles tampoco está actualizado en nuestro GPS y encima nadie parece conocer el hotel. La búsqueda se convierte en una pesadilla. Decidimos contratar un taxi para que nos lleve al hotel. El tipo enseguida dice que le sigamos, pero en realidad no tiene ni idea de su paradero. Ésta es una actitud común en Marruecos: todos responden a tus preguntas aunque no tengan la más mínima idea de la respuesta. Se diría que sienten vergüenza al decir "no sé". Seguimos al taxista por las laberínticas y estrechas calles de la medina creyendo que sabe adónde va. Nos mete por una calle donde se celebra un mercado (precisamente ésta es la calle de nuestro hotel, pero todavía no lo sabíamos).
Abandonamos la oscura plaza de la Kasbah y nos detenemos frente a la puerta del hotel La Tangerine. El portero nos indica cómo llegar a nuestro hotel. Estamos muy cerca, el problema es que nos envía por direcciones prohibidas. Seguramente el buen hombre sabe llegar andando pero no tiene carné de conducir y desconoce las calles de sentido único. Al pasar por una parada de taxis me acerco a ellos con el iPad de mi mujer y les enseño las fotos del hotel. Nadie lo conoce por su nombre pero, al menos, uno de ellos reconoce el edificio. ¡Demonios, es verdad!, hasta yo recuerdo el lugar: hemos pasado antes por ahí con el otro taxista. Por fin, encontramos el hotel, que tiene hasta parking privado gratuito. Nos instalamos en la habitación dieciocho del cuarto piso, sin ascensor. Llegamos al hotel a las diez y media, las doce y media en España. Cenamos por los pelos en el Hamadi. Sin florituras: un sencillo shish kebab de pollo. Por cierto, el Hamadi es un restaurante muy conocido. Si alguna vez quieres encontrar el hotel Dar El Kasbah, es más fácil preguntar por el Hamadi, todo el mundo lo conoce y el restaurante está a treinta metros del hotel. |