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República de la India 2011
Rajastán y Kerala | ||||
24 de abril, domingo
Nos levantamos con la noticia de la muerte del líder espiritual Sai Baba, a los ochenta y cinco años. Era considerado la reencarnación de
un hombre santo que murió en 1918. Tenía millones de seguidores en todo el mundo y muchos filántropos le hacían donaciones muy generosas con las que
se construyeron hospitales y suministros de agua en muchos pueblos. El próximo miércoles será enterrado con honores de hombre de estado en su ciudad natal Puttaparthi, al suroeste de Andhra Pradesh. Se espera que acudan cientos de miles de seguidores y también muchos líderes políticos, incluida Sonia Ghandi,
presidenta del Partido Nacional del Congreso, partido de centro-izquierda que gobierna India desde 2004.
Seguimos paseando por Church Road hasta la River Road donde se encuentran las famosas redes de pesca chinas y unos puestos de venta con pescado fresco (bonitos, meros, besugos, doradas, róbalos, mojarras, chicharros, mujoles, durdos y otros), marisco (mejillones verdes, gambones, langostinos-tigre, nécoras y bueyes) y calamares. Pasamos frente a las mansiones coloniales que construyeron los portugueses. Ahora pertenecen a directivos del grupo empresarial Tata. A la altura del parque infantil nos recoge Nasser con el coche y nos lleva hacia el barrio judío y las calles comerciales llenas de tiendas de textiles y curiosidades para los turistas. Visitamos el palacio Mattancherry, un regalo de los portugueses al rajá de Kochi. Lo que se ve en este palacio reconvertido en museo son mayormente murales cuyos protagonistas son los dioses hindúes y retratos de marajás. Regresamos al hotel para comer y más tarde tomamos un pequeño barco que sale del propio hotel para navegar durante dos horas, primero por el lago Vembanad y después rodeamos la isla Vallarpadam. Vemos la gabarra Cochin Service II que acarrea gente y automóviles de una orilla a otra y amarrados en los muelles, cientos de barcos pesqueros de todos los tamaños y colores.
El Jiva Spa del hotel muestra un aspecto estupendo, así que nos interesamos por la carta de masajes. Si quieres, hasta te rocían con agua del Ganjes. Escogemos uno más sencillo, de cuerpo entero. Seguimos las instrucciones: después de diez minutos en el yacusi, me seco y el asistente me da una braga de papel diminuta y transparente y que me la ponga. Bueno, como no me conoce nadie, me la pongo. Subo al piso de arriba, con el albornoz por encima, claro, y entramos en una habitación con poca luz y olor a sándalo donde nos reciben dos masajistas. Mi mujer declina el masaje facial con aceites, yo no, que me lo den. La señorita me manipula cada músculo de mi cuerpo con suma destreza. Pasamos una hora en la gloria. ¡Qué pena que se termina! Salgo relajado y con una sonrisa beatifica, como en las estatuas de Buda.
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