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República Árabe de Egipto 2006
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9 de abril, domingo
El despertador suena a las cinco y media. Hay que darse prisa en desayunar que el autobús sale del embarcadero de Edfu en una hora.
aunque si lo perdemos tampoco sería el fin del mundo, al templo de Horus no hay ni cuatrocientos metros desde el Nilo.
El guía dice que es el templo mejor conservado de todo Egipto.
Nos colocamos frente a la entrada del templo y escuchamos al guía:
"Ya saben que el último faraón nativo fue Nectanebo II, que reinó hasta el 343 AEC, le derrotó el rey persa Artajerjes III oco,
Los persas siguieron al mando un poco más, hasta 332 AEC, ese año Alejandro Magno se hizo con el poder y fue coronado faraón en Menfis.
La dinastia macedónica terminó con el envenenamiento de su hijo Alejandro IV en el 309 AEC.
Le siguió Ptolomeo I —general de Alejandro—, inaugurando la dinastia ptolemaica. Cleopatra fue la última faraona. A partir del año 30 AEC Egipto pasó a pertenecer al Imperio romano.
![]() Templo de Horus, en Edfu En la sala hipóstila (principal) me llama la atención lo derechas que están las columnas, como velas, y lo bien que están conservadas las figuras de las paredes, ¿la razón?, que durante siglos, este y otros muchos templos, han estado sepultados por el limo del Nilo y la arena del desierto, en concreto, este templo se desenterró en 1860. Así, los relieves superiores están muy deteriorados, porque después los utilizaron como vivienda y la parte inferior quedó intacta porque quedó enterrada por la arena. ¿Y por qué se abandonaron por completo? Pues porque después de los griegos, Egipto se cristianizó, y estos templos quedaron olvidados y a merced de las arenas del desierto y del vandalismo de los cristianos, que no respetaban otras creencias que no fueran las suyas. Como se ve en la foto de arriba a la derecha, el templo está atestado de gente, como el metro en hora punta. Cuesta un horror llegar hasta el barquito sagrado, que por cierto, es una copia, el original está en el Louvre.
Por los altavoces suena algo de música árabe pachanguera, la calidad de sonido de todas las canciones que he escuchado en el viaje es espantosa. Parece que no hay un solo estudio de grabación decente en todo Egipto. Antes de comer, nos damos un masaje. El masajista es un chico joven muy simpático con aire algo aburrido, no parece que tenga demasiado trabajo y mejor para él porque cuando me quejo de mi tendinitis en la muñeca me enseña unos bultos en las suyas que al parecer son consecuencia de su actividad profesional. ¿Bolsas sinoviales? No lo sé. Quizá. Después de comer ya no subimos a cubierta, en las horas centrales del día es mejor quedarse bajo el aire acondicionado del barco, fuera, el calor no te deja ni respirar, no quiero ni pensar lo que será esto en agosto. A eso de las cinco, el calor remite y ya se puede salir a pasear. Como único punto de interés de Esna, Yasser nos remite al templo del dios alfarero, muy cerca del muelle.
En el cruce de calles del templo del dios alfarero hay varias tiendas de telares y paramos un rato para decidir qué camino tomar. Observamos la escena de una turista que se prueba una galabeya. Comprobamos al instante porque a Esna le llaman 'el pueblo de los tocólogos'. Mi mujer también me advirtió de ello ayer noche cuando al entrar en una tienda de especias y perfumes, el comerciante le ofreció pintarle los ojos al estilo del país y encontró excesiva familiaridad en su proximidad. Egipto es musulmán y el acoso sexual no se contempla en las leyes, ni hay conciencia del problema. Los toqueteos, apretones o roces son la regla, no la excepción. Al parecer, muchos musulmanes ven en la mujer una esclava que debe satisfacer sus deseos. La mujer no decide con quién se casa y en el hogar, su función es servir a su marido. No tiene escapatoria ni libertad para vivir para sí misma. Una esclavitud de hecho. Seguimos adelante por las callejuelas no comerciales y vemos mucha basura y suciedad. Los niños nos siguen, pidiéndonos un euro, es la cantinela que todo el mundo repite. La gente por aquí es poco amistosa, a mi mujer, unos críos le tiran piedras a los pies y cuando entramos en el patio de un bar, encontramos alrededor de una larga mesa a hombres entretenidos en un juego de mesa. Cuando perciben nuestra presencia sus ademanes son claramente despectivos, sobre todo la gente mayor. Optamos por desaparecer del lugar deprisa.
Cuando pasamos de nuevo por la calle comercial, camino del barco, el vendedor de la foto de la izquierda me tira de la mano con fuerza para arrastrarme a su tienda. No opongo resistencia porque no quiero poner mala cara, pero creo que esta agresividad no es buena para las ventas. Esta noche es la Fiesta de la galabeya y en el comedor hay una luz tenue y tarta de cumpleaños. Quien más quien menos ha tenido el humor de vestirse con alguna chilaba para la ocasión. Los disfraces de los hombres son algo toscos, muchos jeques árabes en el comedor. Se nota que las mujeres han invertido más horas en el disfraz y el maquillaje; no les falta detalle. |