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República Árabe de Egipto 2006
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14 de abril, viernes
Nos despiertan a las dos y media de la madrugada para subir al avión que nos llevará a los templos de Abul Simbel,
a unos trescientos kilómetros de Asuán, donde está amarrada nuestra motonave.
Me resulta curioso que algunos pasajeros se presenten con la almohada bajo el brazo, está claro que tienen la intención
de seguir durmiendo en el avión lo más cómodo posible. La almohada plegable: gran idea para los inventores. ¿A qué esperan para patentarla?
La caja de cartón con el desayuno es tan grande que más parece que contenga una tarta familiar. Mejor metemos
su contenido en una mochila porque resulta un incordio. Llegamos con las primeras luces del alba y hace algo de fresco
todavía. La luz rojiza del amanecer sobre las estatuas y este silencio crean una atmósfera irreal, mágica, extraña.
Regresamos en avión y para las ocho de la mañana ya estamos de vuelta en la motonave, listos para empalmar con el resto de las visitas. Tomamos una barca hasta la isla Agilkia, para ver otro templo salvado de las aguas, el templo de Philae, dedicado a la diosa Isis.
Apurando el tiempo, nos acercamos en taxi hasta el hotel Old Cataract, cuyas vistas hacia la isla Elefantina son fabulosas. Este hotel fue construido por Thomas Cook, el promotor de viajes. Se dice que fue aquí donde Agatha Christie escribió gran parte de su famosa novela "Muerte en el Nilo". ¿Que qué hacia la Christie por estos lares? Su segundo marido era arqueólogo —ella misma era gran aficionada al tema— y la gustaba acompañarle en sus excavaciones. Él era catorce años más joven y Agatha solía bromear diciendo que era fantástico estar casado con un arqueólogo porque según cumplía años la encontraba más interesante. Y se acabó el fantástico crucero por el Nilo, ahora ... ¡a El Cairo! Tras cuarenta y cinco minutos de vuelo nos plantamos en la capital. La vista nocturna desde la ventanilla del avión es espectacular. Imagínate la extensión de la tercera ciudad más poblada del mundo, con casi veinte millones de habitantes; la sucesión de luces allá abajo es interminable, todo un espectáculo. Aterrizamos a las nueve y media, con 27 ºC. Los españoles somos legión, calculo unos doscientos. Antes de recoger las maletas nos da la bienvenida el representante de la agencia Royal, Willy, el homosexual más divertido que he visto en mi vida, un animador de primera categoría, solo con mirarle ya te desternillas. Dice que se ha mordido la lengua en un costado y por eso habla tan raro. Encima es gangoso. Se sube sobre un altillo y a grito pelado nos alecciona sobre los peligros de la gran ciudad. No me he reído tanto desde que se estrenó La vida de Brian. Nos alojamos al borde del Nilo en el hotel Conrad. Lo primero es pasar por el restaurante, que se hace tarde y van a cerrar. Generalmente, yo me acuerdo más de los hoteles por sus restaurantes que por las habitaciones y este es bastante bueno, la proximidad del Mediterráneo se deja sentir en los platos. |