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República Árabe de Egipto 2006
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11 de abril, martes
Nuestra guía se llama Lily, que significa "mujer hermosa".
Mientras esperamos a la escolta policial que nos acompañará hasta Dendera, charlamos con ella dentro del autobús sobre aspectos de la vida diaria:
dice que el color tradicional del velo es el negro; que es una protección para la mujer, no una obligación.
Está muy mal visto que las mujeres pasen tiempo fuera del hogar, por eso trabajan tan pocas.
Ella misma no podría ser guía en el barco. ¿Qué dirían de ella las vecinas? ¡Durmiendo fuera de casa!.
Pero eso sí, el hombre siempre tiene la última palabra: ¡Sí, cariño! Ella también tiene una pregunta para nosotros:
—¿Quién es la diosa de la guerra? —Sekmet —responde el sabihondo de turno—. —¿Y quién es Anubis? —El dios de la momificación —respondemos todos casi al unísono. Esa la sabemos bien. —¿Qué significa Luxor?— En esta nos ha pillado.— Ciudad de los Palacios. ¿Y Karnak? —Ni idea. —Ciudad protegida. Y sigue tomando la lección: —¿Qué sigifica Nefertiti? —La guapa que llega —responde otra vez el listo del grupo. —¿Cómo se representa a Ra, dios del sol? —Con dos largas plumas sobre la cabeza—. Esa era fácil.
Los setenta kilómetros que nos separan de Dendera se hacen entretenidos porque vemos como viven en los pequeños pueblos. Grandes cantidades de basura se acumulan en cualquier rincón. Algunas casas no tienen más que las paredes y por techo, dos hojas de palmera, y por supuesto, ni agua ni luz eléctrica. Los canales que toman agua del Nilo son una verdadera cloaca. Ante este panorama no es de estrañar que El Cairo concentre un porcentaje de población tan elevado. Llegamos a Dendera. La construcción del templo comenzó con los ptolomeos y terminó con los romanos, data del siglo I AEC y está consagrado a la diosa Hathor, diosa del amor y de la música. Las caras de los dioses están todas picadas, al parecer, los intolerantes cristianos no aceptaban más deidad que la suya. Esta es una de las razones del éxito del cristianismo: su beligerancia con las demás religiones.
Por la tarde visitamos las tumbas de los nobles y de los artesanos. Esta visita es facultativa y prescindible. Embarcamos a tiempo de presenciar un atardecer mágico. A estas horas, multitud de falúas con turistas navegan por el Nilo, se deslizan despacio y en silencio, aprovechando la poca brisa que sopla. Una de ellas tiene verdaderos problemas para vencer la corriente y sobrepasar nuestra motonave para atracar en el muelle, los dos chavales egipcios que la gobiernan han de echar mano de los remos y aún así, si no es por la ayuda de las tres rubias que les acompañan lo habrían pasado mal, ¿o era esto lo que querían, que les ayudaran a remar para tener a esas extranjeras un poco más cerca? No me extrañaría. |