Crucero por el Caribe 2005 |
27 de noviembre, domingo
Tras el desayuno bufé salimos a redescubrir La Habana Vieja. A las nueve y media ya disfrutamos de unos lindos veintitrés grados,
¿no es genial?
Las calles están muy limpias y muchos edificios han sido restaurados. Algunas fachadas son espectaculares, como la barroca del hotel Raquel. Calle abajo se nos coloca en paralelo una pareja que ronda los treinta, muy bien vestidos y aseados los dos, él nos pide fuego para su purazo. Hay que descubrirse ante la habilidad que tienen los cubanos para iniciar una conversación, empiezan lamentándose de su situación, maldiciendo al dictador y poco a poco nos confiamos. El hombre está tan concentrado en la conversación que no mira donde pisa y ¡premio! De lleno en la mierda de perro y con los zapatos del domingo. Ahora la parejita nos conduce hasta el mercado, donde unos pocos camiones venden mercancía comprada por el Estado a los guajiros: ajos, fruta bomba, guayabas, naranjas, puerros, cebollas... El aspecto no es muy boyante, todo muy canijo. Toda la producción de los guajiros pertenece al Estado. Aunque te resulte increíble, los cubanos no poseen en propiedad ni tan siquiera un huertito para plantar unas lechugas, cebollas y tomates. Nos invitan a unos dulces de coco recubiertos de caramelo que un señor vende bajo un soportal, bien buenos, por cierto. Al de poco tiempo, Roberto nos pregunta por nuestras profesiones, por la mía mayormente, la de mi mujer se ve que no le interesa. Pues él: que es promotor de Partagás, ya ves. Como no soy fumador me ha sonado a empresa distribuidora de gas, pero no, el tío me pone un puro en las manos y aclara mis dudas. Nos asegura que él vende unos auténticos Cohíbas a precio de ganga. Alcanza el diminuto bolso de su mujer y me enseña su contenido: está lleno de puros, a reventar. ¡Qué no fumo, macho!, y él dale: que si no tengo algún amigo al que regalar unos buenos cigarros. El tío cachas mide casi dos metros y no veas que gracia cuando se cuelga el bolsito del hombro y anda tan pichi, creando una estampa de lo más cómica. Lo siento, compay, con los puros no hay negocio.
Ahora queman su último cartucho: con esa forma tan suya de pedir que parece que dan, se lamentan que tienen racionada la leche y que si les podemos comprar algo de leche para su niño. Bueno, vamos a ver si esta vez dicen la verdad. Nos acercamos hasta una tienda con ellos y el tendero nos planta sobre el mostrador unas bolsas de leche en polvo más antiguas que la Guerra de Cuba. ¿Y cuánto dirás que pide por ellas? Pues treinta y cinco CUC, o sea, treinta y cinco euros. Si no tuviera la sospecha de que me quieren timar, hasta cabría la posibilidad de ayudarles pero no, los paquetes tienen muy mala pinta. Huele a timo que apesta. Lo siento, probar con otro primo. Fidel no olvida tan fácil: en la avenida José Martí hay una manifestación en recuerdo de ocho médicos que fueron asesinados por los españoles en 1954. Todavía hay pintadas por todo Cuba recordando la Revolución. Lo revolucionario hoy sería dar una patada al dictador Fidel Castro e intentar retomar el curso del mundo. Los participantes son todos escolares adolescentes traídos en decenas de autobuses azules, nuevecitos.
Fisgamos un poco el barco; bajamos al segundo piso donde se encuentra la piscina interior, el yacusi, la sauna y el centro de musculación. No está mal. Durante la cena, compartimos mesa con tres parejas más. Los más veteranos han viajado por todo el mundo y nos recomiendan un crucero por el río Amazonas. Tomamos nota. El de Sevilla se vanagloria de la ganga que ha conseguido en La Habana Vieja: una caja entera de Cohíbas por veinticinco CUC, o sea, que por el precio de un puro en España aquí ha comprado veinte. Y se las da de muy entendido en puros; "Un puro no debe tener las hojas secas, sino, es como fumar paja. Tampoco deben notarse los nervios aunque, bueno, el que me he fumado sí que tenía algún nervio entre las hojas, pero bueno...estaba estupendo". Según el itinerario original, hoy deberíamos haber zarpado hacia Cancún, sin embargo, el huracán Katrina ha devastado la zona, así que nos quedamos en La Habana. |